Ubicado al lado de los Campos Eliseos, basta con dar unos pasos dentro para darte cuenta que éstas en un hotel donde el lujo, la perfección y voluptuosidad son la regla. Habitaciones de princesa, salones impresionantes, restaurante que la guía Michelin otorgó una estrella, no falta nada al George V para satisfacer a los clientes más exigentes.
Oficialmente el George V no es un palacio, puede decirse que en ciertos aspectos es el más
palaciego de todos. Desde que fuera inaugurado en los Campos Elíseos en 1928 ha atraído a
celebridades del mundo entero, entre las que destacan Greta Garbo, JP Morgan, Marlene Dietrich
o Los Beatles, por citar sólo algunos ejemplos.
El Hotel George V ha vuelto a abrir sus puertas, y luce hoy un look genuinamente francés. Han desaparecido los detalles más eclécticos, como los perros de porcelana de la Garbo y la cama de Los Beatles. En su lugar, encontrará a un gerente vestido impecablemente con su camisa y sus gemelos, doncellas con delantales y cofias de encaje, cortinas de seda de Damasco y un Bar Americano, en el que, como Hemingway, podrá disfrutar de un Martini y de unos sabrosos cacahuetes. Se trata de un lugar tan eminentemente parisino como unos profiteroles de crema. Y aunque su diseñador advirtió en su día que la estética del hotel no era apta “para todos los gustos”, no dudamos que haya logrado encandilar a todo aquel que nos ha visitado, incluso a los más devotos minimalistas.
Hotel de un aire tan genuinamente francés mediante la incorporación de elementos que no son,
en sí mismos, típicamente franceses: espaciosas habitaciones y una de las piscinas más
grandes de todo París. También destacan los masajes osteopáticos que se ofrecen en el Spa las
24 horas del día, las inmensas cabinas de ducha y los colchones marca Four Seasons (la
industria hotelera exige 800 muebles, mientras que los colchones del Georges V tienen 930).
Pero, por encima de todo, destacamos por la excelencia de nuestro servicio, siempre amable y discreto, muy lejos de la indiferencia e incluso antipatía que muestra el personal de otros establecimientos de lujo. En el Georges V, los empleados saben cuándo han de dirigirse a un huésped en el ascensor y cuántas veces ha de sonar el teléfono. En el Georges V, no tendrá que sufrir la altanería parisina cuando se dirija al conserje, con su limitado francés, para pedirle entradas para la Comédie Française, ni tampoco será increpado por el camarero cuando le pida que le sirva la salsa aparte en el célebre.